
"Viva el Rey" cumplió un año el pasado 11 de setiembre. No abrimos el champán, ni siquiera nos acordamos en su momento.
Es un día en el que pasaron muchas cosas: la Diada en Cataluña, la caída de las Torres Gemelas, el derrocamiento de Salvador Allende (no perdonamos), y muchos recuerdos de las fiestas en Valladolid.
Y a eso me quiero referir hoy aquí: a todos esos grandes momentos que nos hacen olvidar los malos.
Tras la resaca y las espinas, volverán nuestros días de vinos y rosas, aun sabiendo las consecuencias. Volveremos a ser inocentes.
Nos reiremos del mundo, de la gente, y de nosotros mismos, porque perdimos la vergüenza: no sabemos cuándo, ni dónde, ni cómo.
Cantaremos nuestros himnos por calles intransitadas, borrachos, miccionando en los rincones de siempre.
Volveremos a nuestros bares de rock&roll, a sudar cerveza, a bebernos la noche, y a fumarnos las penas. Cualquier canción habla de nosotros, somos parte del artista y de la letra.
Señalaremos a ésta, a ésa, a aquélla y a su prima, si hace falta, para sacar pecho y decir: "Aquí estamos", "¿Vienes mucho por aquí?".
Y todo esto con la garantía de que, aunque pasen los años, cambie la gente, cambie la ciudad, se mueran tus sueños, se cumplan tus peores pesadillas, te arranquen tu mitad, te apuestes la otra, te abracen sin motivo, te besen aun con menos, o te arrodilles ante la jodida realidad...
... echarás la vista atrás y pensarás: "Joder, mereció la pena."
Salud, Jiménez.
(¿Dónde estás, Navarro?)